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jueves, mayo 20, 2010

Nueve días en Isla Mauricio

El lugar más cercano al paraíso que he conocido. Se que es una frase muy contundente pero no puedo empezar de otra manera. Nunca había viajado antes a un destino tropical y, además, este ha sido mi primer viaje al hemisferio sur. Quizás por ser un destino tan especial y nuevo para mi, Isla Mauricio ha calado a fondo en mis retinas pero sin duda, todo el conjunto que representa este bello lugar no puede dejar indiferente a nadie.

Isla Mauricio es especial a otros países que haya conocido por multitud de aspectos. El primero de ellos son sus gentes. Un mosaico de culturas y razas que los diferentes movimientos coloniales que llegaron a estas tierras a enriquecerse dejaron como bagaje. Así casi la mitad del país de origen hindú se mezcla con descendientes de mozambiqueños, chinos, criollos, árabes, etc. Esta mezcla se palpa en cualquier rincón de la isla al igual que no puede dejar de distinguirse la concordia con la que toda esta variedad de población convive en todo el territorio isleño.


El segundo aspecto que marca de Mauricio son sus paisajes. Siendo una isla pequeña es abrupta y montañosa, lo que provoca que no sea difícil encontrar alturas desde las que divisar gran parte de la isla. Desde estos balcones naturales se puede contemplar en todo su esplendor, el profundo verde salvaje, difuminado hacia el verde más claro de las plantaciones de azúcar y que desemboca en el azul turquesa del océano sobre el arrecife de coral que rodea la isla. Más allá de la barrera coralina, el azul del Índico se vuelve intenso y oscuro.


Un magnífico lugar que hay que visitar alguna vez en la vida y que solo ofrece una gran desventaja al occidental europeo: su lejanía. Once largas horas de avión desde París en clase turista que, aunque merecen la pena, no dejan de ser menos tortura para el cuerpo.

Un saludo a todos.